Me
duele la garganta. Y me puse a pensar en los diferentes motivos por los cuales a
uno le duele la garganta. Puede ser porque los días se vuelven locos, a causa
del clima, que estamos en verano y se pone de golpe con 19 grados a las dos de
la tarde. Y por las noches peor, sacamos del placard la frazada que pensamos en
volver a usar recién entrando el otoño. O nos puede doler la garganta porque
somos medio débiles de esa parte del cuerpo, y apenas tomamos un helado ya se
nos enfría las glándulas y nos duele. O porque gritamos mucho cuando vamos a un
recital y dejamos el alma con la vos en cada canción, total nadie nos va a
prestar atención si no cantamos bien. O sino aquellos que son futboleros,
pueden llegar a gritar un gol tras otro con tanta pasión que la campanilla dice
“basta, hasta acá llegue”, agarra sus valijas y se va unos días. Cosas así.
Pero,
mi dolor en particular no es por eso. A veces creo con ferviente seguridad que
el cuerpo te “habla”. Si te duele algo es porque, claramente, algo le pasa, algo
nos pasa. Entonces, llevando la bandera de ésta hipótesis puedo afirmar que si
me duele la garganta, no es porque chupé frío, no es porque tomé helado, no es
porque grité en un recital, o algún gol de River, es porque no puedo “decir”. No
puedo hablar de la manera en que quisiera, no puedo expresar eso que tengo,
justamente, atorado hace mucho tiempo en la garganta. Y no puedo porque no
quiero. No quiero clavar una espada más profunda de la que tengo yo en el
pecho. Yo sé que no sería comprendida, porque estoy segura que le hablaría a
una piedra maciza y cuadrada. Y si callo, en parte es por bien propio. Y de
ahora en más siempre será por bien propio. Porque ya estoy creyendo que no
habrá cambios que me permitan cambiar a mí, en esos casos.
A mi
me duele la garganta y es porque no puedo expresarme. Ese impedimento me pasa
factura en forma de molestia. Y sé que ningún tecito con miel me va a aliviar,
porque el único alivio tendría que venir de mi parte. Y mientras siga siendo
una marea toxica la razón del malestar, siento no poder hacer nada al respecto.
Aunque sienta que ya casi me resbala lo que contamine, aunque pretenda ser
ciento por ciento inmune a esa nube intoxicada, no puedo. Llega ese punto débil
de mí que me hace aflojar la armadura, y casi me ahoga. Casi me ahogo a mí
misma.