miércoles, 11 de julio de 2012

Mi subconsciente borracho. Parte II


“Sucumbí, sucumbí, lo hice de nuevo”, expresaba con fervor psicótico ante su mirada atenta, casi como diciendo “y sí, se veía venir”.
No dejó que me sintiera mal, pero sabía cómo terminaría esa charla. Yo, enojada conmigo misma, por ende con él también. Y él, más borracho de realidades que de tequila.
- Por cierto, ¿de dónde sacaste esa botella?
- Acá una neurona bastante desinhibida me la dio. Es que perdió conmigo jugando al truco, y el premio era el tequilazo. Igual, viene al pelo para el fresco invierno. Ja.-
- En fin, nunca un té de boldo vos.-
- Y Boston, nunca dos días seguidos de seguridad interior.-
- Paremos, paremos… che, una inquietud: ¿Por qué yo no siento los efectos del alcohol que tomás?-
- Vos no necesitás alcohol, vos estás embriagada de sueños.-

Confieso que con eso calmó las aguas tormentosas. Aunque, no entendí muy bien lo que me quiso decir. Como sea, dejé de sentirme incómoda al hablar con mi desprendido subconsciente. Es que logró sacarme de este plano, me cambió de tema y… con eso pudo hacerme entender (un poquito) que no soy la misma de antes.
Mientras yo miraba hacía un horizonte no definido, él me explicó que debo empezar a tomarme más las cosas con soda. Bueno, teniendo en cuenta que estaba ingiriendo unas bebidas, era claro que mi subconsciente borracho me aconsejaba que relaje las cosas bebiendo. Pero, aún así, parecía más lúcido que nunca.

- ¿Me estás queriendo decir que vivo más volando entre astros que pisando el suelo?-
- Qué, ¿te diste cuenta recién de eso? Pff, dale, poneme un hielo.-
- No, no, a lo que voy es que… si debo cambiar eso.-

Al parecer dije algo malo, porque la expresión en su rostro cuasi fantasmal fue de mucho asombro, y a la vez de rechazo.

- ¡Claro que no pebeta! –sí, a veces usaba términos arrabaleros- Lo que quiero que entiendas bien, y que te quede grabado en esa cabecita de corcho que tenés, es que sos así, y así debés ser. Nunca lograste comprender del todo que siendo así, ganás.

Así terminaba la conversación de ese día, no porque esa sea la moraleja final, sino porque quedó totalmente despilfarrado en el piso, durmiendo. Y de paso, me contagió las ganas de dormitar. Fui acomodándome en mis aposentos, y con una sonrisa dibujada en mi semblante por la lección aprendida, fui a soñar en compañía de la almohada.

martes, 3 de julio de 2012

Mi subconsciente borracho


Hay días en los que tengo una charla bastante interesante, más bien un cruce de palabras intenso frente al espejo. ¿Quién hablaba del otro lado del reflejo? Mi subconsciente. Y no lo hacía mi inconsciente porque estaba ocupado resolviendo problemas de Edipo.
Al principio no percaté en quién o qué veía frente a mis ojos. Ni siquiera se presentó. Era muy parecido a mi, por eso caí en la realidad de que tenía a uno de mis alter egos hablándome de cosas. No me atrevo a decir que filosofaba.
Cuestión que las palabras no tenían una coherencia entre sí. Más con razón confirmé que era alguna parte de mí que traspasó la dimensión reflejada. Eran más bien cosas sueltas, dichas siguiendo alguna línea de pensamiento que a veces no captaba.
“Parecés borracho”, exclamé casi riendo. Con la mirada fija en la mía, mi subconsciente me aseguró que lo estaba. Pero no era una borrachera de esas que no dejan razonar sobre el presente. Sino, de las que permiten una charla y un dialogo ameno y grato.
Tanta era la confianza luego de meses de conversaciones, que él se creía con derecho a regañarme si fuese necesario. De hecho, yo le daba ese lugar. Borracho y todo, a veces sin saber en qué día estaba el mundo, sus palabras eran (y lo son) sabias:
Yo: ¿Por qué a veces suelo ser tan pelotuda?
Mi subconsciente borracho: Para eso no hay explicaciones ‘mija. Dejarías de serlo si dominaras más tus sentimientos.
Yo: ¡Ah!, sí, qué fácil eso ¿no? Y, ¿dónde están las riendas?
Él: En tus recuerdos, en tu memoria. Sino, tomatelo con soda.
Yo: Claro, con soda. Ajám.
Él: Bueno, entonces no me hablés más si te vas a poner así.
Yo: ¡Encima te ponés de esa manera! Te estoy preguntando bien, ¿por qué soy así?
Él: Y… Sos así, y así el universo está en equilibrio, entonces pa’ qué querés cambiar eso, pues.
Yo: Porque es lo único que saben hacer conmigo, boludearme.
Él: No exagerés, chiquita. Vos le das ese lugar.

Entre risas y llantos, mi subconsciente borracho me daba una bofetada de realidades que ponían toda mi humanidad en la tierra. No era fácil hacer eso, ya que suelo estar en una habitación muy cómoda en las nubes. Soy socia vitalicia de vivir allí. Y sólo bajo, mejor dicho caigo al mundo, dos, o tres veces al año.
En fin, esta pequeña parte de mí vive agazapada en mi hombro, y de vez en cuando quiere tomar el mando de mis acciones. Sólo que nunca le hago caso, algo característico en mí, pequeño detalle por cierto.