lunes, 13 de agosto de 2012

Esquizofrenia, yo y mi otro yo



Frente al espejo matinal predesayuno descubro que tengo complejo de personalidades cerebrales. No sé si alguna comunidad científica en salud admite dicho síntoma como una patología, pero no encontré mejor título que describa la situación y menos una mañana de invierno antes de tomar mi matecocido.
El o la culpable de semejante embrollo mental, no sabría señalar. Quizás sea yo misma, ya que estamos, quien se dibuja esos mundos, submundos e inframundos en su vida. Lo seguro es que sucede sólo en mi cabeza que, dicho sea de paso, ha sufrido varios tsunamis en lo que va del año. Y menos mal que sucede sólo en ese espacio reducido, porque si se sufriera también en mi persona de carnes y huesos sería peor la cosa.
Entre varias instancias de identidad mental se destacan dos. ¡Pobre mi cerebro! Que lo hostigo con semejantes especulaciones cuando soy más pensativa. En cambio, cuando la intuición es la que manda, mis neuronas sienten que están de vacaciones en el Caribe. En resumen, pienso menos. Y sólo hay lugar para analizar la frase sabia que un ser amoroso supo aconsejarme: “Tenés que dominar tus sentimientos, y no que ellos te dominen”. Excelente receta.
Lo realmente terrorífico es cuando estas dos características deciden ir de la mano. Un ser pensativo-intuitivo es el peor karma que pudo recaer en mi lucidez. Pero, no neguemos que es una buena combinación, como el mate y los amigos.
La verdadera revolución en mi (sano) juicio se da cuando aparece en escena esa persona. Más que complejo de personalidad entra en acción un estado de adormecimiento psíquico, casi placentero, que roza la demencia. No me quejo, es más, me gusta. Lo que se siente como incomodo y destructivo es recurrir al viejo truco de “hacerme la película” cuando mi mente cree haber visto algo sospechoso. Se retuerce como lombriz en sus últimos suspiros, y me lleva a filmar trilogías dignas de Hollywood. Cosa que al final, (no sé por qué, será obra divina), revelo que sólo eran fantasmas. ¡Pucha! Si esa persona lo supiera.
En fin, después de mi matecocido diario con pan integral, sigo maquinando cosas que al fin y al cabo me ayudan a conseguir, bien o mal, mis objetivos. En pocas palabras, sigo siendo yo.

domingo, 5 de agosto de 2012

Sobredosis de té de boldo



Cuando el viento está calmo y la media mañana acaricia con los tibios rayitos del sol, paro mi rutina para tomar un té, con la compañía de la luz fuerte que ingresa por la ventana. Mi fiel colega además de mis libros. Puede que algunos días me incline a tomar té de manzanilla, o de anís, o una mezcla de hierbas. Pero, la mayoría de las veces caigo en mi clásico, el de boldo. Bien podría endulzarlo con azúcar o esencia de vainilla, pero a mi paladar le gusta más con su sabor natural.
Mientras mi mente divaga por los recuerdos que quiere que vuelvan a ser realidad, se entremezcla en ella la posibilidad de crear nuevos sabores de tés. Como por ejemplo, dentro de cada sobrecito de té de tilo debe venir una pizca de “autoconfianza”. Con el de manzanilla y miel, un poco de “orgullo antipisoteo”. En el de menta, tranquilamente, se puede adjuntar escaso y fino gusto a “decisión”. Pero sin lugar a dudas, el que tendrá más éxito es el de “boldo con olvido”. Una sensación cálida y delicada en cada sorbo, mientras se te olvidan un par de cosas que quisieran que pasen a ese lugar del inconsciente en donde se pierden los momentos y quedan en las sombras. ¿Quién no quisiera tomar mates y agregarle al agua una mezcla de todos estos brebajes?
Si fuese así fácil de hacer, poner agua caliente y ¡listo!, ya tenés tu tecito para arrancar el día de la mejor manera. O en cualquier momento de la jornada. Para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero.
Claro, todo muy lindo, muy dotado de hermosura, pero en el instante en que iba a anotar esa gran idea despierto ante la silbatina de la pava que me dice que ya puedo hacerme otro té. Porque nunca hay un último del día. Y porque será mejor que en lugar de encontrar esos sabores en las tisanas, las encuentre en mi propio camino.