La verdad, no sé si calificar como asfixiante el momento en que uno no puede explicar con palabras existentes lo que le sucede en ese momento en donde uno quiere desaparecer de la vigilancia del mundo. En primer lugar, porque si uno se asfixia es porque quiere seguir respirando normal para vivir, da manotazos al aire como buscando esclarecer el panorama. Y nadie asegura que el mismo mundo no tenga las respuestas a las inquietudes. Si uno desaparece no lo puede saber.
Para respirar aire puro de nuevo hay que hacer una aspiración en los pulmones bastante abultada, o simplemente se grita lo más fuerte posible. Y de paso sacamos tensiones que nos pueden estar apretando el pecho como si nos pasara una aplanadora por el cuerpo y nunca se moviera de ahí.
Pero, a veces el grito sale solo por dentro. En ciertas personas es difícil sacarlo de ese lugar en el que sólo nos hará más daño del que nos hizo al entrar sin permiso, sin una señal que nos advierta que se nos iba a formar una hendija en las arterias.
No es difícil porque queramos, sino porque se hacía más fácil llevar la sonrisa dibujada full time por la vida, más allá de que cuando no nos vigile nadie, demostremos ante el espejo lo que en realidad pasa por esa caja que tenemos en el pecho, y que nunca vamos a dominar… ¡jamás!
Gritar, sí; gritar, ahora; gritar, cómo… No se trata del hecho de sacar un sonido por la boca con ayuda de las cuerdas vocales. Se trata de saber desahogarse sin demasiadas complicaciones, y para eso hay que aprender por más cabezas duras que seamos. “No me va a volver a pasar, ya aprendí”… ja, ¡sí claro! No, nunca aprendemos, pero ese es el mismísimo reto que hay que superar diariamente. El único que puede ayudarnos a lograr eso, somos nosotros mismos, nadie más ni nadie menos ^^
No hay comentarios:
Publicar un comentario