martes, 4 de diciembre de 2012

La gotita, nada despega





De forma convincente, anoche la almohada me dijo que cierre la puerta. Levanté la cabeza y miré a mis espaldas, la puerta estaba cerrada. Confundida pregunté:

-¿De qué puerta me hablás?

Fue cuando, luego de un suspiro, mi almohada me explicó que debo cerrar la puerta de mi corazón, o de lo que quede de él. 

Hasta ese momento seguía sin entender, quizá porque eran las 3 de la madrugada y yo parecía venir de la montaña rusa después que me haya mordido un zombie. 

Como estaba cansada y tenía mucho sueño, porque soy soñadora, me fui a dormir. Cuando desperté por la mañana fue cuando pedí más explicaciones a la almohada:

- Hablame en cristiano, por favor. ¿A qué puerta del corazón te referís?

Con sabiduría, por haber soportado el peso de mi cabeza durante mucho tiempo, me dijo que resguarde los pedazos del corazón que aún, (no sé cómo), funciona a pesar de los pisotones. 

Que lo encierre bajo siete llaves, y que llegar a él se vuelva más difícil que rescatar a la princesa en el Super Mario.Que de a poco se recubra con mármol para que, ni siquiera, una rotopercutora lo traspase. 

Que de esa “blandesa” que lo caracterizaba no quede ni un miligramo. Que de la sangre de la que se alimenta sólo sea de un factor positivo, no de sueños y palabras. Ni de ojos, ni de manos. Ni de osos de peluche, ni de mates… ni de sus besos ni de sus recuerdos. Me dijo que tengo que limpiarlo, tiene pedacitos de cristal por el piso que aún puede seguir lastimando, no sólo a mí. 

Sin saber cómo lograrlo, exclamé:

-¡No es disco rígido para limpiarlo con sólo hacer clic!

Con una mirada tan apacible, me dijo que lo intente.
Y bueno, empecemos.

-A ver. ¡Pucha! Hay muchos pedacitos de vidrio por acá. No, no, no, no. Son pedacitos de colores, algunos tienen perfumes, otros tienen fotos… Canciones, letras, sonrisas… De ninguna manera voy a tirar esto. Mejor, trataré de guardarlo.

Sentí una mirada reprobatoria de mi almohada, así que antes de que me tire mala onda a mis sueños, decidí tirar lo que encontré en mi corazón. 

El paso siguiente era cerrar la puerta.

-¿Para qué?

Dijo que para que nadie más se atreva a romper algo ahí adentro. Porque el que toca algo, toca todo. El que toca mi corazón, toca mi futuro, mi mente, mi habla, mis movimientos, mis sueños… mi vida. Mi corazón es el todo que resume mis partes. 

Que cierre la puerta así nadie más entra a hacer líos y me deje quebrada en mil. 

Fue así como corrí al kiosko, me compré un pegamento de larga duración y efectividad, La Gotita.
Volví a casa, me senté en mi cama, tomé mi corazón con tanto cuidado, y… le cerré la puerta. No le puse candado, no le puse cadenas, no le soldé la cerradura. Lo pegué con Gotita. Y que ahí quede.

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