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Como dice un cuento, que hace mucho lo escuché por boca del
viento, una niña que se llamaba Bondad Inocencia, salió a pasear en una tarde
de verano por el campo cerca de su casa. Después de casi veinte minutos,
encontró un árbol con una sombra bastante frondosa. Era como encontrar agua en
medio del desierto más árido. Se sentó bajo su copa. Apoyó su cabeza en el
tronco grueso y oscuro de aquél árbol. Tenía las hojas más verdes que ningún
otro. Producía su propia melodía al chocar sus ramas, y con ayuda de las brisas
fuertes y continuas, creaban canciones para el momento de dormir la siesta.
Bondad Inocencia, dormitaba cuando escuchó una voz. Se levantó y miró para
todos lados, pero no vio a nadie. Volvió a escuchar la voz grave y cálida que
le dijo:
-Hola niña, no quise asustarte.
-¿Quién habla?
-Soy yo, Compasión Conocimiento, el árbol. Se está haciendo
tarde y no quiero que llegués de noche a tu casa.
-Ah, gracias. Pero es que, pensaba amanecer entre tus
hojas.
-¿Por qué?
-Para llegar a mi casa tengo que pasar por la de mi vecina,
Amargura Rabiosa. Y no quiero, siempre me trata mal.
-Yo la conozco desde joven, no es mala persona.
-Lo sé, pero… No sabe cómo tratarme. Cuando me habla, no
sabe escucharme. Y cuando le hablo, no me comprende. Dice que no sé lo que
hago, y que mejor le haga caso, sino me irá mal.
-Mm, entiendo. Qué te parece si le decís que venga a hablar
conmigo.
-Bueno.
Entonces, Bondad Inocencia fue corriendo a buscar a su
vecina. Cuando estaba más cerca de la casa, caminó más lento. Pensó en las
palabras que le iba a decir, y si ella aceptaría la invitación.
-Buen día, vecina. ¿Quisiera acompañarme para hablar con el
árbol?
-¿Con quién?
-Con Compasión Conocimiento. Dice que quiere hablar con vos.
La vecina Amargura, levantó la cabeza, y miró hacia el lado
del camino que lleva al árbol. Suspiró y dijo que sí. Tomó su bicicleta y fue
hasta el lugar. Bondad la quedó mirando. El árbol nunca le dijo si ella debía
estar presente. Por las dudas, emprendió camino a paso ligero. Cuando llegó, su
vecina estaba dialogando bastante enfurecida con Compasión. Se acercó
lentamente para escuchar lo que se decían. Al parecer, Amargura le reclamaba la
insistencia del árbol en querer que ella cambiara.
-No necesito que nadie me diga nada. Yo sé muy bien lo que
tengo que hacer.
-Pero, mujer, no ganás nada siendo así. Deberías abrir más
tu mente, y entender que no todas las personas piensan como vos.
-No me importa. Lo que te haya dicho esa niña, seguro fue
para convencerte y ponerte en mi contra. Ella lo está y quiere que todos lo
estén.
-Y no te pusiste a pensar que vos solita hacés que los demás
estén en tu contra. Digo, parece que lo que vos hacés y decís es lo único
correcto en el mundo.
-¡Y lo es!
-¡Ay, Amargura! No llegarás a ningún lado comportándote así.
Es más, te quedarás sola si no cambiás tu manera de pensar.
-¿Para qué voy a cambiar? Si estoy bien así. Además, los que
no se quieren acercar a mí, allá ellos. Prefiero que me dejen tirada, a que me
vivan despreciando, y humillando.
-Pero, ¿Quiénes te hacen eso?
-Todos. Hacen eso porque no les caigo bien. Me deshago
haciendo y diciendo cosas para que sepan lo que hay que hacer bien, y me
desprecian.
-Y, ¿no será que jugás a ser la victima en todo esto?
-¿A qué te referís? Yo no juego, soy la victima.
-Amargura, lo que veo es que querés tener la verdad absoluta
de todo. Y lo real es que nadie la tiene. Muchos pueden pensar y ser diferente
a vos. Y no por eso estarán en tu contra. Como por ejemplo, Bondad. Ella lo
único que hace es darte su tiempo acompañándote. No por eso, exijas que piense
igual a vos. Ella tiene sus sueños.
-¡Pff! Pues, debería pensar igual a mí. Porque la quiero
llevar por buen camino, y que sea decente, que crezca buena.
-Y, ¿por qué pensás que no lo es? ¿Por qué no tiene tus
mismos criterios de vida?
-Claro, es apenas una niña. Yo sé más que ella. Debería
hacerme caso. Pero, al contrario, me desobedece.
-Ella está aprendiendo. Y siente que le atás las alas al
querer inculcarle tus conocimientos. Además, lo hacés de mala forma. Tendrías
que ser más comprensiva. Se hace camino al andar.
-No sé, Compasión. Ella no entiende, es rebelde. Preferiría
no tenerme más como vecina, eso seguro.
-¿Eso te lo dijo ella?
-No hace falta. Lo sé.
-Pero, porque asegurás algo que nunca te insinuó. ¿Ves? No
tenés la razón de todo.
-Claro que lo sé. Es así.
-¡Amargura!
En eso, Bondad se acercó a su vecina y le dijo:
-Yo no soy así. Yo la respeto, pero no entiendo por qué
quiere amarrarme a la tierra, cuando mi destino es volar.
-Dejate de pavadas, niña. Quién será el tonto que te metió
esa idea en la cabeza.
-Nadie.
-¡Jmm! ¿No será éste árbol viejo el que lo hizo?
-No le digas así a Compasión, es el único que me entiende.
Él no me metió nada en la cabeza. Tengo planes para mi futuro, y castillos que
construir.
-¡Jaja! Castillos, planes. No sabés nada. Así te irá.
Amargura Rabiosa, se subió a su bicicleta y regresó a su
casa. Se perdió a la vista de Bondad, mientras ella se acercaba para sentarse
en las raíces de Compasión Conocimiento.
-Es una mujer muy porfiada y terca, niña.
-Lo sé.
-No le prestés mucha atención. Es muy bueno que tengas
sueños, y quieras volar. A mí me hubiese encantado ser un ave. Hasta que
entendí que mi destino era ser árbol, y compartir enseñanzas con mis raíces.
Vení, subite a una de mis ramas más fuertes. Podés dormir ésta noche ahí, te
protegeré y verás que cuando amanezca tus sueños serán realidad.
-¡Wau! Gracias Compasión.
Bondad Inocencia trepó por el tronco del árbol. Se acurrucó
en medio de donde nacen las ramas. Cantó una canción que hablaba de la
esperanza, y se quedó dormida. Al amanecer, ni bien se reflejó el sol en el cielo,
un hermoso pájaro se acomodaba las plumas en uno de los troncos de Compasión. El
brillo del plumaje tenía un tono azulado, con un toque de dorado en las puntas.
Un pico bien negro, y unas alas inmensas. No se supo qué clase de ave era. Su
cantar era muy particular, parecía que decía “gracias compasión”. Emprendió el
vuelo hacia un nuevo horizonte, no sin antes abrazar fuerte al árbol. Que le
dio el empuje necesario para creer en ella.
*Fin*
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