domingo, 7 de octubre de 2012

Hace frío, mucho frío



Parece que el frescor invernal no quiere despedirse de este año todavía. Como que quiere seguir maltratando a quienes lo padecemos. Pero, hace poco descubrí que tenía más frío que antes. Descubrí que sufrí los días frescos desde hace meses. Y aún hoy.
Me pareció raro que sea yo solita la que ande temblando por las calles, mientras la gente a mi alrededor no sentía ni la más leve brisa fresca. Yo tiritaba, aún envuelta en miles de tapados y frazadas. Temblaba. Me sacudía de vez en cuando para ver si se me pasaba, pero no. Es como si el invierno se haya instalado en mí. Cosa rarísima.
Los demás no lo notaron, no lo notan. Aunque algo sospecharon cuando dije: “Hace mucho, mucho frío ¿no?”. Y me miraron, casi con semblante de burla y sorpresa. Dijeron: “¡No! Hace casi 30 grados a la sombra”. Pensaron que quizás yo estaría enferma, a punto de engriparme, o algo así. El caso es que no, no era eso, y yo comenzaba a entender.
El frío me sigue a mi, incluso en mitad de primavera, y presiento que hasta que llegue el verano. O más. No discrimina si es por la mañana, por la tarde, o a la noche. Yo tengo frío. Frío que pone de punta mis poros, que hiela los huesos. Que me lleva a los glaciares de mi mente, traicionándome yo misma. Un frío que quema mis labios, los pone morados. Que no me deja escribir, no me deja leer. Que no me deja seguir.
¿Desde cuándo? Creo saberlo, pero… ya para qué, si el remedio es muy caro.

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